El próximo 18 de abril, Morelia vivirá nuevamente su ya tradicional Procesión del Silencio. No es un evento menor. Se trata del acto central del programa de Semana Santa en la capital michoacana, y uno que convoca no solo a fieles, sino a familias enteras, turistas y curiosos, todos atraídos por la atmósfera mística que envuelve este recorrido nocturno.
La cita es a las seis de la tarde sobre la avenida Madero, desde la Plaza Villalongín hasta la Catedral, y lo que distingue a este evento no solo es su solemnidad, sino el profundo simbolismo de caminar juntos en penumbras, iluminados apenas por velas.
Este tipo de manifestaciones culturales y religiosas no surgen de la nada ni se sostienen solas. La Procesión del Silencio de Morelia tiene casi cinco décadas de historia. Nación en 1976 en el barrio de Capuchinas y ha crecido de manera constante. Este año, por ejemplo, se suman dos nuevas cofradías: la del Santuario de Santo Niño de la Salud y la de la Rectoría del Templo de la Columna, para un total de 21 agrupaciones participantes.
Hay que reconocer también el trabajo de gestión pública detrás del evento. El alcalde, Alfonso Martínez Alcázar, ha entendido que gobernar también implica promover y cuidar la identidad cultural de la ciudad. Coordinadas por distintas dependencias -Cultura, Turismo, Protección Civil, Policía Municipal y Servicios Públicos-, las actividades de Semana Santa no solo buscan atraer visitantes, sino garantizar seguridad, orden y limpieza.
Más allá del turismo o la logística, lo que está en juego aquí es algo mucho más profundo: el sentido de comunidad. Eventos como la Procesión del Silencio ofrecen una pausa, un momento para conectarnos con lo simbólico, con lo espiritual, con el otro. No se trata solo de ver pasar cofradías encapuchadas, se trata de recordarnos que aún hay rituales que nos unen. en ese silencio compartido, Morelia se ilumina.