En un escenario político caracterizado por los giros inesperados, el presidente municipal de Morelia, Alfonso Martínez Alcázar, reveló ayer una invitación formal que recibió para ingresar a las filas de Morena en pleno proceso electoral de 2018.
Con la calma que lo caracteriza, Martínez Alcázar compartió que fue en 2018, cuando aún se mantenía como un actor completamente independiente, cuando personal cercano a la presidencia de la República le extendió la oferta. Pero lejos de ser una promesa de futuro político, esta invitación resultó en una respuesta categórica y tajante: “No iba a aceptar, ni voy a aceptar nunca”, enfatizó el alcalde, dejando claro que sus principios y su ideología no coinciden con los valores del partido hegemónico.
Y aunque la invitación en sí misma no sorprendió tanto –pues no es raro que los partidos busquen sumar figuras populares en tiempos electorales– el momento que eligió para hacer pública estas revelaciones es el que añade una capa de tensión interesante al relato. La polémica no es solo sobre el pasado, sino sobre el presente: Alfonso Martínez ha sido una figura crítica de los movimientos más recientes de Morena en el estado, incluso a nivel nacional. La dirigencia de Morena en Michoacán, en un ejercicio de proyección, ya había dejado claro que el alcalde morelia no sería bienvenido en sus filas, lo que, más que una amenaza, parece ser una reafirmación de los límites ideológicos dentro del partido de AMLO.
Es aquí donde el discurso del alcalde se agudiza. Asegura que hay una contradicción flagrante entre lo que muchos políticos predican y lo que, finalmente, hacen.
“Muchoas juraron que nunca estarían en Morena, y ahora ya están ahí”, afirmó en una clara crítica a aquellos que han caludicado ante los poderes del gobierno federal. Y es que, en la política mexicana, la mutabilidad de los compromisos y la ideologías es casi tan común como los cambios de partido.