Por primera vez en la historia de la conservación del lince ibérico, científicos del Museo Nacional de Ciencias Naturales del CSIC han logrado crear embriones de esta especie en un laboratorio. El anuncio es, sin duda, una buena noticia. Pero también es un recordatorio de lo frágil que sigue siendo la supervivencia de uno de los felinos más amenazados del planeta.
Hoy se calcula que existen alrededor de 2 mil 400 linces ibéricos entre España y Portugal. La cifra representa un avance notable si se compara con los apenas 100 ejemplares que quedaban en libertad en 2022. Sin embargo, detrás de ese aparente éxito se esconde una realidad menos alentadora: según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, solo 648 son maduros y capaces de reproducirse. Es decir, la base genética sigue siendo peligrosamente estrecha.
Y cuando las poblaciones son pequeñas, el riesgo es claro: la endogamia. Una amenaza silenciosa que perpetúa enfermedades, reduce la fertilidad y puede devolver a la especie al borde de la extinción. En ese contexto, la ciencia vuelve a intervenir, no para sustituir a la naturaleza, sino para darle una oportunidad más.
Los embriones creados en laboratorio son resultado de una compleja estrategia de conservación. El semen procede de muestras criopreservadas en el Banco de Germoplasma del MNCN. Los óvulos, en cambio, se obtuvieron de ovarios de hembras fallecidas, muchas de ellas víctimas de atropellos. Accidentes evitables que siguen ocurriendo y que exhiben, una vez más, las deudas pendientes en materia de protección ambiental y convivencia con la fauna silvestre.
Los ovocitos fueron madurados en laboratorio bajo condiciones controladas y fecundados in vitro. El resultado: siete embriones viables, seis en fase de mórula y uno en estado de blastocisto. Todos han sido vitrificados y permanecerán resguardados en un biobanco mientras se prepara el siguiente paso: su transferencia al útero de hembras receptoras.
La ciencia avanza, pero no actúa en el vacío. Este logro es también fruto del trabajo coordinado de los Centros de Cría en Cautividad del lince ibérico, que recolectan y envían muestras genéticas para su conservación. Es un esfuerzo técnico, costoso y sostenido, que responde a una urgencia mayor: evitar que una especie emblemática sobreviva solo gracias a los laboratorios.
El mensaje es claro. La tecnología puede ayudar, pero no reemplaza la responsabilidad pública. Mientras los atropellos continúen, mientras los hábitats sigan fragmentados y las poblaciones sigan aisladas, el riesgo persiste. Celebrar el avance científico es legítimo. Pero más urgente aún es no normalizar que la supervivencia de una especie dependa, exclusivamente, de la intervención humana.
Porque salvar al lince ibérico no es solo un logro científico. Es, sobre todo, una prueba de hasta dónde estamos dispuestos a corregir nuestros propios errores.
