El expresidente Felipe Calderón arremetió en redes sociales contra la gobernadora de Veracruz Rocío Nahle, tras sus desafortunadas declaraciones sobre la muerte de Irma Hernández Cruz, una maestra que conducía un taxi en sus tiempos libres y que fue brutalmente violentada antes “sufrir un infarto”.
Calderón ironizó con una imagen que desató polémica: “Cristo murió de paro cardiovascular y respiratorio. Nada tuvieron que ver los fariseos y los romanos. -Rocío Nahle”, publicó en su cuenta de X, antes Twitter.

El mensaje, aunque con tonó burlón, encapsula el absurdo de pretender que una muerte causada por un “infarto espontáneo” puede desligarse de los actos violentos que lo provocaron. La gobernadora explicó —casi con resignación— que la causa de muerte de la víctima fue un ataque al corazón, como si el infarto hubiera caído del cielo, sin relación alguna con la violencia que sufrió.
“Padeció un infarto. Esa fue la realidad, les guste o no les guste”, dijo Nahle, en un intento de zanjar el tema sin aceptar responsabilidad alguna.
Se vuelve trágico que el oficialismo transforma un episodio delincuencial en una conveniente estadística de salud. Porque aceptar que el crimen organizado provocó la muerte de una mujer trabajadora sería reconocer que Veracruz es tierra sin ley.
Y mientras tanto, el expresidente Calderón se da el lujo de exhibir el cinismo ajeno con una dosis de sarcasmo que queda como anillo al dedo frente a todo este escenario.