La revista National Geographic publicó un reportaje que documenta el daño ambiental causado por el Tren Maya en el frágil ecosistema de la península de Yucatán. El artículo revela que más de 15 mil pilares de acero han sido hincados en el suelo kárstico, afectando al menos 120 cenotes y contaminando el acuífero que abastece de agua dulce a millones de personas.
El biólogo Roberto Rojo denunció que un solo cenote recibió hasta 40 pilares de acero con cemento, cuyos residuos se filtran a las aguas subterráneas. Dado que muchos cenotes están interconectados, el daño se extiende al acuífero peninsular, al Arrecife Mesoamericano, playas y manglares, provocando una posible reacción en cadena de contaminación.
La investigación también revela la tala masiva de árboles, contradiciendo las promesas gubernamentales de preservar la selva. Además, se destruyeron más de 25 mil piezas arqueológicas mayas y nunca se construyeron los pasos de fauna prometidos, todo para acelerar la obra inaugurada en diciembre de 2024.
El proyecto fue militarizado en 2021 al declararse de “seguridad nacional”, lo que permitió eludir normas ambientales. Aunque la Suprema Corte declaró esta medida ilegal, el gobierno federal continuó con la obra, y periodistas críticos han denunciado amenazas en un contexto de violencia contra defensores ambientales.
El reciente descarrilamiento de un vagón en Izamal, el segundo en menos de un año, reaviva las dudas sobre la seguridad del megaproyecto. Mientras algunos ven en el Tren Maya una oportunidad de desarrollo, otros lo consideran un ecocidio con daños irreversibles para un ecosistema milenario.